El hoy de las
corporales.
Las dividía
aquel catecismo en dos series, las siete corporales y las siete espirituales. Las corporales recordaban la obligación
de todos los cristianos de visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir
al cautivo y enterrar a los muertos. Las
espirituales establecían la obligación de enseñar al que no sabe, dar buen
consejo al que lo ha menester, corregir al que yerra, perdonar las injurias,
consolar al triste, sufrir con paciencia las flaquezas de nuestros prójimos y
rogar a Dios por los vivos y los muertos.
No creo que
hacer tales cosas haya pasado de moda, aunque la forma de practicarlas pueda
haber cambiado.
Visitar a los enfermos es cosa que hacemos ocasionalmente cuando se
trata de nuestros familiares o nuestros amigos, pero cada vez hay más personas
que alcanzan una vejez necesitada no solo de visitas, sino de asistencia y
cuidados permanentes, que en otros tiempos facilitaban las familias y hoy es
una prestación que exigimos del gobierno como un aspecto más del problemático
estado de bienestar prometido.
Pero aunque
consigan una plaza de residencia donde los cuiden, nuestros ancianos necesitan
del contacto frecuente con sus familiares que a veces se espacia demasiado. Hay
que ser misericordiosos para dedicarles todo el tiempo que podamos y hacerles
menos duros los años que sobrevivan arrancados del medio en que vivieron.
Sigue
habiendo gente con hambre que necesitan comer, beber, vestirse, tener una
vivienda. El problema de tantos es la falta de trabajo. La gran obra de misericordia será hoy dar trabajo al desempleado,
ya que es más importante que una persona se gane el sustento que tenga que
mendigarlo.
Nuestro
sistema económico alterna periodos de prosperidad y de crisis y siempre hay
excluidos a quienes alimentar y es la Iglesia la que organiza comedores y pide
la ayuda de la gente, pero pienso que dar de comer al hambriento es algo más
que comprar en el supermercado unos cuantos kilos de alimentos, para
entregarlos en Navidad. Hacer una sociedad más justa y solidaria sigue siendo
una tarea pendiente para todo el que sienta misericordia de su prójimo.
Hubo tiempos
en que unas personas podían estar en
cautiverio y salir de él mediante la entrega de dinero, incluso se
constituyeron órdenes religiosas para la redención de cautivos. Hoy hay también
muchas personas cautivas del alcohol, las drogas o el sexo, que también
necesitan de personas e instituciones que realicen la obra de misericordia de
redimirlos de su lamentable situación.
Enterrar a
los muertos quizás sea la obra de misericordia que hoy puede resultar innecesaria
ya que, al parecer, nadie se queda sin enterrar, pero no podemos ignorar que hay gente que vive en la calle y que muere
también en la calle, quizás porque nadie tuvo misericordia de ellos.
En un
próximo artículo podemos reflexionar sobre las obras de misericordia que el
catecismo llamaba espirituales.
Francisco Rodríguez Barragán
FUENTE: "VER, JUZGAR Y ACTUAR"
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