Debemos
preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro, no el mundo de nuestros
padres ni el nuestro
TOMADO DE ZENIT.
En este mundo actual lo determinante para
triunfar en la vida y llegar a la vida eterna, será, junto con la ayuda de
Dios, la fuerza de voluntad y no la habilidad o el conocimiento, como muchos
pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los
fracasos un desafío y no una tragedia…, eso será lo que hará que nuestros hijos
cumplan con su misión como cristianos.
Un hijo forjará su carácter si
percibe claramente la autoridad de los padres.
Con presencia de autoridad los niños y
jóvenes a su vez actuarán con autoridad para resolver sus problemas; actuarán
por determinaciones. Sin presencia de autoridad nuestros hijos serán débiles de
carácter y actuarán por impulsos con los consecuentes problemas de adaptación.
¿Exceso de autoridad? Siempre será mejor
exceso que falta de autoridad. El límite de autoridad lo pone la siguiente
regla: “La autoridad no debe humillar”. Básicamente lo que es el niño o el
joven hoy, será el adulto del mañana. De vez en cuando hay que mirar al hijo
como un adulto potencial.
¿Queremos que nuestros hijos no sufran?
Entonces hay que prepararlos para sufrir. No podemos estarle evitando todo el
tiempo todo posible sufrimiento ¿si no cuándo aprenderá? Deben comprender la
muerte, los problemas de la vida, los problemas en el trato de sus congéneres.
No debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco
los resuelvan ellos mismos.
Nadie logra metas exitosas y duraderas sin un
poco de sufrimiento. ¿Alguien imagina a un campeón de atletismo que no sufra
para lograr sus marcas? Eso se aplica a todo tipo de campeón y a todo tipo de
actividad. Siempre hay que pensar que, en parte, no queremos que ellos sufran
para no sufrir nosotros, pero les hacemos un daño con miras al futuro.
Hay que enseñarles a hacer esfuerzos
suplementarios. Que sepan que siempre se puede un poquito más. Recuerda que
nadie recoge su cosecha sin sembrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Logo De Una Familia Tipo (Pixabay Cc0
-OpenClipartVectors)
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Es muy importante enseñarles a carecer, es
decir a “sentir la falta de” y arreglárselas por sí mismos. Hay chicos que no
juegan su deporte si no tienen zapatillas de “marca”. Si no aprendes a carecer
no aprendes a arreglártelas.
Aunque tengamos para darles el 100%, los
chicos deben saber el valor de las cosas. Si no lo hacen de chicos, les será
muy difícil de adultos y allí sí que van a sufrir y nosotros también con ellos.
¿Cómo les enseñamos a carecer?
¡Dándoles un poquito menos de lo que
necesitan! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a
apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida
porque muchas veces se goza en las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.
También hay que educarlos en el servicio. Una
familia normal es un equipo de trabajo con pocas tareas: tender la cama,
limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar la casa, etc. Hay que educarlos
para que realicen labores de hogar, aunque lo hagan mal al principio. Si no
hacen este tipo de servicios luego tendrán problemas. Las escuelas más
importantes de liderazgo del mundo enseñan a los jóvenes a carecer, para que
sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.
¿Mesadas? Que sean una cantidad fija, más
bien, semanales y algo menos de lo que creen que necesitan. Así aprenden a
administrar el dinero. Claro que se deben aceptar excepciones, pero conversadas
serenamente.
Construyamos hijos luchadores, no debiluchos
sobreprotegidos. Que se superen a sí mismos. Que tomen los problemas como
desafíos para mejorar. Recuerden que nadie alcanza altura con un solo vuelo.
También hay que ilusionarlos con ideales, metas futuras, sueños para que sean
buenos de corazón. Importante también es estar convencidos de que triunfador no
equivale a tener “dinero o propiedades”, triunfadores son aquellos que son
felices en esta vida haciendo felices a otros y logran alcanzar la felicidad
eterna. Solamente se alcanza el triunfo en la muerte, al llegar al Juicio y
salir triunfantes.
Los hijos con carácter templado, conocimiento
del carecer, educados en el servicio y plenos de amor e ilusiones serán hijos
triunfadores en el Juicio del Amor.
Los padres tenemos la gran responsabilidad de
criar hijos que transformen nuestro mundo, en uno donde reine la libertad, la
abundancia, la justicia y sobre todo la esperanza que impulsa a alcanzar la
vida verdadera y eterna.
Fuente: CATHOLIC.NETCULTURA Y
SOCIEDAD
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