miércoles, 16 de octubre de 2013

AMAR HASTA EL EXTREMO .IGINO GIORDANI (1894-1980)

Tierra tierra, cielo cielo
El Padre, que ha engendrado un Hijo para amarlo, ha creado al hermano, copia menor de ese Hijo, para que nosotros podamos amarlo. El hermano es imagen de Dios: su progenie, fruto de su sangre; de manera que en él se ama a Dios por efigie y por representación. Y no basta: el hermano es tal porque es hijo de un mismo Padre, Dios; vuelto a ser hijo de Dios por la encarnación, pasión y muerte de Cristo.
Se puede decir que el hermano nos ha sido dado para que nos recuerde, per semejanza, a Dios […]. El cual, porque es infinito, no se puede ver con pupilas limitadas: se le ve, como en un espejo, en el hermano. Infinito, Dios no se puede amar con servicios congruentes con su infinidad. Se le puede servir en los hermanos, en los cuales está Cristo, porque los hermanos necesitan servicios limitados, congruentes con nuestras posibilidades.
De modo que las relaciones entre hombres son un juego de amor: uno da y el otro recibe, en apariencia. En realidad ambos reciben y dan; de modo quienes son servidos por nosotros, nos dan el privilegio de hacernos servir en ellos a Dios […].
Y entonces se nos ofrece un criterio muy simple para juzgar si nosotros estamos a bien con Dios. Nosotros estamos a bien con Dios si estamos a bien con el hombre. Amamos al Uno en el cielo si amamos al otro en la tierra. Todo muy sencillo: mucho tierra tierra, porque mucho cielo cielo
“En esto sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida: si amamos a los hermanos” (1 Jn 3, 14). Si no amamos a los hermanos, nosotros redimidos, volvemos a pasar de la vida a la muerte.
Aplicaciones en consecuencia: “No hagas a los otros lo que no quisieras que fuese hecho a ti”, negativamente. “Trata a los demás como quisieras que ellos te trataran”, positivamente.
Yo no quisiera ser calumniado, estar hambriento, quedarme sin casa, sin trabajo, sin alegrías…: y así, por cuanto de mí dependa, yo debo ocuparme de que también los demás estén honrados, saciados, alojados, empleados y llenos de consolaciones.
Y aquí se ve el juego del amor: Cristo ama a los hermanos como a sí […]. El amor nos pone en un plano doméstico, de igualdad: Dios nos pone a su nivel, como el Padre pone a los hijos a su nivel. Y este es el vértice de un amor superhumano, que se eleva sobre todo límite. Y consiste en volver a llevar, que lo hace Dios, la criatura hacia sí […].
Porque Dios es amor, quien ama vive en Dios; por el hecho de que ama, él honra, sirve, sigue a Dios.

IGINO GIORDANI , “Il fratello”, Città Nuova, Roma 2011, pp. 74-77.
                                                                                   Fuente: Vida de la Palabra

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