Francisco
explica el don del intelecto, con el que el Espíritu Santo nos abre la mente
para entender mejor las cosas de Dios
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Después de haber
examinado la sabiduría, como el primero de los siete dones del Espíritu Santo,
hoy quisiera llamar la atención sobre el segundo don, es decir, el intelecto.
No se trata en este caso de la inteligencia humana, de la capacidad intelectual
de la que podamos estar más o menos dotados. Es una gracia que solo el Espíritu
Santo puede infundir y que suscita en el cristiano la capacidad de ir más allá
del aspecto externo de la realidad y escrutar las profundidades del pensamiento
de Dios y de su diseño de salvación.
El apóstol Pablo,
dirigiéndose a la comunidad de Corinto, describe bien los efectos de este don.
¿Qué hace este don del intelecto en nosotros? Y Pablo dice esto: “Lo que el ojo
no vio ni el oído oyó, ni entraron en el corazón del hombre, Dios las ha
preparado para los que le aman. Pero a nosotros Dios nos las ha revelado por
medio del Espíritu” (1 Cor 2, 9-10). Esto, obviamente no significa que un
cristiano pueda comprender cada cosa y tener un conocimiento pleno del diseño
de Dios: todo esto permanece a la espera de manifestarse con toda claridad
cuando nos encontremos ante Dios y seamos verdaderamente una cosa sola con Él.
Pero, como sugiere la misma palabra, el intelecto permite “intus legere”, es
decir, leer dentro. Y este don nos hace entender las cosas como las entiende
Dios, con la inteligencia de Dios. Porque uno puede entender una situación con
la inteligencia humana, con prudencia y va bien, pero entender una situación en
profundidad como la entiende Dios es el efecto de este don. Y Jesús ha querido
enviarnos el Espíritu Santo para que nosotros entendamos este don, para que
todos nosotros podamos entender las cosas como Dios las entiende, con la
inteligencia de Dios. ¡Es un hermoso regalo el que Dios nos ha hecho a todos
nosotros! Es el don con el que el Espíritu Santo nos introduce en la intimidad
con Dios y nos hace partícipes del diseño de amor que Él tiene para nosotros.
Está claro que el don
del intelecto está estrechamente conectado con la fe. Cuando el Espíritu Santo
habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente, nos hace crecer día tras día
en la comprensión de lo que el Señor nos ha dicho y ha realizado. El mismo Jesús
ha dicho a sus discípulos: “Os enviaré el Espíritu Santo y Él os hará entender
todo lo que yo os he enseñado”. Entender las enseñanzas de Jesús, entender su
palabra, entender el Evangelio, entender la Palabra de Dios. Uno puede leer el
Evangelio y entender algo, pero si leemos el Evangelio con este don del
Espíritu Santo podemos entender la profundidad de las palabras de Dios y esto
es un gran don, un gran don que todos debemos pedir y pedir juntos: dános Señor
el don del intelecto.
Hay un episodio en el
evangelio de Lucas que expresa muy bien la profundidad y la fuerza de este don.
Tras haber asistido a la muerte en cruz y a la sepultura de Jesús, dos de sus
discípulos, desilusionados y afligidos, se van de Jerusalén y regresan a su
pueblo de nombre Emaús. Mientras están en camino, Jesús resucitado se pone a su
lado y empieza a hablar con ellos, pero sus ojos, velados por la tristeza y la
desesperación, no son capaces de reconocerlo. Jesús camina con ellos, pero
ellos estaban tan tristes y tan desesperados que no lo reconocen. Pero cuando
el Señor les explica las Escrituras, para que comprendan que Él debía sufrir y
morir para después resucitar, sus mentes se abren y en sus corazones vuelve a
encenderse la esperanza (cfr Lc 24,13-27). Y esto es lo que el Espíritu Santo
hace con nosotros. Nos abre la mente, nos la abre para entender mejor, para
entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, las situaciones, todas las
cosas. Es importante el don del intelecto para nuestra vida cristiana. Pidamos
al Señor que nos dé, que nos dé a todos nosotros este don, para entender, como
entiende Él, las cosas que suceden y para entender sobre todo la Palabra de
Dios en el Evangelio ¡Gracias!
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