martes, 20 de octubre de 2015

RESEÑA DE CONOCER GRANADA EN FAMILIA. TRAS LOS PASOS DE SAN JUAN DE DIOS.


“Así en la tierra como en el Cielo”
No es fácil recoger en unas líneas la mañana que pasamos el grupo de familias “Camino Nuevo” de la Parroquia Inmaculada Niña de Granada la mañana del 27 de septiembre. El título de la actividad “Conocer Granada en familia. Tras los pasos de San Juan de Dios”, aunque era atractivo, no nos podíamos imaginar cómo nos iba a sorprender.
Éramos un grupo bastante numeroso, con muchos niños y amigos que nos acompañaban. Habíamos quedado en la esquina de San  Juan de Dios con San Jerónimo, frente al Hospital que aunque lleva su nombre, no llegó a ver terminado, pero seguro que siguió muy de cerca las obras, pues cuando él murió, ya se habían construido “dos cuartas partes del edificio”.
El conjunto del Hospital y la Basílica que hoy contemplamos, trata de aunar en una misma realidad, el amor de Juan por sus pobres y el amor de los hermanos hospitalarios por su Padre Fundador, aunque para nosotros esa mañana queríamos adentrar, ayudados por lo que Granada nos fuera diciendo durante nuestro paseo, como Juan de Dios quedó cautivado por el amor de Dios de tal manera, que lo llevó a amar a su prójimo, sobre todo a los más pobres, hasta la locura,  hasta dar la vida por ellos.
Para los niños había un pequeño juego de pistas, e incluso en la Casa de los Vargas en la Calle Horno de Marina, fueron ellos los que nos contaron lo que le sucedió allí a nuestro Santo, con el dueño de la casa, sobre quién era el más indicado para dar sepultura a un pobre muerto.
La Basílica de San Juan de Dios no pudimos visitarla, pues para la economía de una familia, pagar en los dos sitios era demasiado. Y esta “no era una visita turística para conocer una obra de arte”, que sin duda lo es, se trataba de que Juan de Dios nos hablara de su amor por Cristo, de su amor por los pobres, a través de los lugares que sus pies anduvieron, de sus hechos y palabras que inundan nuestra Granada y dejar que a través de San Juan de Dios, sigamos oyendo los gritos de la humanidad que nos siguen interpelando. Por eso al final tuvimos que optar por la Casa de los Pisas, lugar en el que el Padre de la Caridad, entregó su vida a Aquel por quién vivió y a quien tanto amó desde aquella tarde del 20 enero de 1539 en la que quedó traspasado por el amor de Dios.
No fue difícil retroceder quinientos años, y en lo que hoy es el Parque del Triunfo, tratar de reconstruir las transformaciones de lo que fuera el Cementerio de “Salh-Ben-Malic”, ayudaba el imponente edificio del Hospital Real y Puerta Elvira, que tantas veces atravesaría nuestro Santo, primero como librero camino de su tiendecilla, después para pedir para los pobres. Cuantas veces recorrería esas callejuelas con su capacha y sus ollas para la comida, cuantos pobres se le unirían para pedirle socorro y un poco de comida, a cuantos enfermos llevaría camino de la Calle Lucena, sirviendo a Dios en el pobre que sufre.
Poco a poco sentíamos a cada paso que dábamos, a cada nuevo dato de la vida de San Juan de Dios, la grandeza de este santo, tan desconocido para tantos de nosotros. Realmente era un regalo para nosotros poder retroceder en el tiempo y poder recorrer aquellas calles por las que parecía que nunca habían despertado de aquella Granada medieval, que pasó a tratar como santo al que poco antes habían corrido por las calles tratándolo como loco y pidiéndole “trompicar por amor a Dios en el barro”. Uno de los momentos más emotivos fue detenernos en la Iglesia del Sagrario, y como hizo San Juan de Dios, darnos cuenta de que en la vida de cualquier seguir de Jesús, nunca va a faltar la cruz.
Tuvimos que acelerar al final el paso, para ser fieles con el horario que nos habíamos propuesto y nos dirigimos rápidos hacia Plaza Nueva, y después de reponer un poco las fuerzas, nos dirigimos a la Casa de los Pisas, donde nos esperaba la parte más emotiva de nuestro paseo. Allí Juan Ciudad se encontró con la razón de su vida, con la razón de tantos trabajos y tantas fatigas que había pasado por sus pobres.
La visita a la Casa de los Pisas tuvo dos partes bien diferenciadas.
Una primera fue la visita al Museo. Allí parece que el tiempo se ha detenido, y todo habla del amor hacia el Padre de la Caridad. El lugar es especial. Es un museo vivo, que habla de vida, de acción de amor hacia los demás, de agradecimiento por tanta vida de dedicación a los más necesitados. Harían falta horas para ver con detalle todas las obras de arte que allí se guardan, toda la historia que se agolpa en sus vitrinas.
La segunda fue entrar en lo sagrado. Realmente nuestras almas habían sido preparadas, y al entrar en la Cámara Santa, era repetir lo que rezamos en el Padre Nuestro “así en la tierra como en el cielo”. Sentir el corazón embargado de agradecimiento por San Juan de Dios, por su santidad que nos hablaba de la Santidad de Dios. Era sentir que en aquel trocito de suelo, hace cinco siglos, como hoy en tantos lugares donde muere un santo, el cielo y la tierra se unen. Que palabras de consuelo recibiría nuestro Santo Juan de Dios de María, la Madre de Dios,  aquel 8 de marzo de 1550 en el que entregó su alma a Dios.

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