PALABRA DE VIDA, Agosto
2016
«Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros
sois hermanos»
(Mt
23, 8).
Hace
ya más de 70 años que se vive la Palabra de vida. Llega esta hojita a nuestras
manos y leemos su comentario, pero lo que quisiéramos que permaneciese es la
frase que se propone, una palabra de la Escritura, en muchos casos de Jesús. La
«Palabra de vida» no es una simple meditación, sino que en ella es Jesús quien
nos habla, nos invita a vivir, llevándonos siempre a amar, a hacer de nuestra
vida un don.
Es
una «invención» de Chiara Lubich, que contó así su origen: «Tenía hambre de la
verdad, y de ahí que estudiase filosofía. Es más, como muchos otros jóvenes,
buscaba la verdad y creía que la encontraría estudiando. Pero he aquí una de
las grandes ideas en los primeros días del Movimiento, y que comuniqué
enseguida a mis compañeras: “¿Para qué buscar la verdad, cuando esta vive
encarnada en Jesús, el hombre-Dios? Si la verdad nos atrae, dejémoslo todo,
busquémoslo a Él y sigámoslo”. Y así lo hicimos».
Tomaron
el Evangelio y comenzaron a leerlo palabra por palabra. Les pareció
completamente nuevo. «Cada palabra de Jesús era un haz de luz incandescente:
¡puramente divino! [...] Sus palabras son únicas, eternas [...], fascinantes,
escritas con divino esplendor, [...] eran palabras de vida, para traducir en
vida, palabras universales en el espacio y en el tiempo». No les pareció que
estuviesen estancadas en el pasado ni que fuesen un simple recuerdo, sino
palabras que Él seguía dirigiéndonos a nosotros y a cualquier persona de todo
tiempo y latitud».
Pero
¿de verdad Jesús es nuestro Maestro?
Estamos
rodeados de muchas opciones de vida, de muchos maestros de pensamiento, algunos
aberrantes, que inducen incluso a la violencia, y otros rectos e inspirados. Pero
las palabras de Jesús poseen una profundidad y una capacidad envolvente que
otras palabras -sean de filósofos, políticos o poetas- no tienen. Son «palabras
de vida», se pueden vivir y dan la plenitud de la vida, comunican la vida misma
de Dios.
Cada
mes destacamos una, y así, lentamente, el Evangelio penetra en nuestro ánimo,
nos transforma, nos lleva a adquirir el pensamiento mismo de Jesús, lo que nos
hace capaces de responder a las situaciones más variadas. Jesús se convierte en
nuestro Maestro.
A
veces podemos leerla con otros. Quisiéramos que el propio Jesús, el Resucitado,
vivo en medio de quienes estamos reunidos en su nombre, nos la explicase, nos
la actualizase, nos sugiriese cómo ponerla en práctica.
Pero
la gran novedad de la «Palabra de vida» consiste en que podemos compartir la
experiencia y la gracia que nacen de vivirla, tal como Chiara explica
refiriéndose a lo que sucedía al inicio y sigue vigente hoy: «Sentíamos el
deber de comunicar a los demás lo que experimentábamos, pues éramos conscientes
de que, al comunicarla, la experiencia permanecía para edificación de nuestra
vida interior; mientras que, si no la comunicábamos, el alma se empobrecía
lentamente. Así pues, vivíamos con intensidad la palabra durante todo el día y
nos comunicábamos los resultados no solo entre nosotros, sino también a las
personas que iban añadiéndose al primer grupo. [...] Cuando la vivíamos, ya no
era yo o nosotros los que vivíamos, sino la palabra en mí, la palabra en el
grupo. Y esto era una revolución cristiana con todas sus consecuencias».
Lo
mismo puede sucedernos a nosotros hoy.
FABIO
CIARDI