Enmanuel
Vega abandonó la Benemérita para convertirse en sacerdote. A sus 27 años es el
cura de Deifontes e Iznalloz y se siente plenamente feliz
Enmanuel Vega renunció
a su plaza en la Guardia Civil para ser sacerdote, su verdadera vocación.
Nadie se imagina que de
un coche rojo chillón, nuevecito, con los retrovisores metalizados baje un
sacerdote. Y sí, sale Enmanuel Vega, motrileño, 27 años, ojos verdes,
pantalones del Springfield y alzacuellos. Escucharle aporta paz y frescura. Le
sale la ilusión por las orejas y usa el 'whatsapp' de su smartphone mientras
cuenta cómo le cuidan los feligreses de sus parroquias.
Enmanuel Vega es un
sacerdote moderno con una historia que hace creer en la fuerza de la vocación
al más agnóstico. Dejó -cuando la crisis empezaba a golpear- su puesto de
funcionario en la Guardia Civil por convertirse en sacerdote. El Señor le llamó
y no dudó en hacer el petate después de una inquieta clase de tiro, en la
academia de Baeza, donde no daba pie con bola pensando en cosas menos mundanas.
«Siempre he sido un
chaval completamente normal. El día que nací no le dijeron a mi madre: señora,
ha tenido usted un cura», bromea Enmanuel Vega, residente toda su vida en el
motrileño Camino de las Cañas. Cuenta que su familia es cristiana pero que le
daban total libertad en ese aspecto. De adolescente acudía a convivencias
religiosas con amigos y cuando se fue a estudiar a Granada aprovechó su
juventud para sacar los pies del tiesto.
Se «matriculó» -hace
hincapié en esta palabra- en Psicología e incluso utilizó su segundo año en
Granada para «estar en barbecho» y hacer bien poco. Salía, tuvo sus 'affaires'
y era «como el Guadiana». A veces iba a misa los domingos y a veces, no.
Y un buen día, desde su
piso de estudiante, Enmanuel pensó en sentar cabeza. Trabajó durante el verano
para ganar dinerillo y decidió prepararse en Granada las oposiciones a Guardia
Civil. «Me gustaba el deporte y las funciones que podía desempeñar en el
Cuerpo», cuenta este joven que se aplicó como nunca para conseguir su sueño.
Mientras que preparaba
las oposiciones le surgió ir a un funeral y al acabar la misa se quedó hablando
con un sacerdote joven que conocía. Le propuso que fuese al seminario menor a
tomar café y desde aquel ofrecimiento no volvió a ser el mismo.
Enmanuel Jesús Vega
casi no podía creerlo. En sus visitas al seminario empezó a sentir cosas
bonitas. «Tenía mariposas en el estómago como cuando te enamoras. Se despertó
en mí un deseo que venía de Dios, que se iba gestando y pensaba... qué
tontería, quería evadirlo». El joven motrileño empezó a asustarse, no se sentía
preparado y rezaba para aprobar las oposiciones y meterse en la Guardia Civil
para quitarse la idea del sacerdocio de la cabeza.
Sentía que dentro se le
hacía una pelota y pensaba «bueno, ya se reventará». Enmanuel aprobó y estaba
pletórico. «Por un lado le daba gracias a Dios por tener lo que quería, por
otro sentía nostalgia. Voy a hacer lo que me gusta y allí también puedo ser un
buen cristiano», pensaba el joven sacerdote.
Enmanuel llegó a la
academia de Baeza y se vio, al fin, vestido de verde. «Cuando me vi en la
academia de la Guardia Civil flipé pero... no estaba del todo contento. Es como
cuando subes una montaña y llegas a la cima y allí no hay nada», cuenta emocionado.
Y como no había nada, supo que le esperaba «algo más grande».
Se fue en un mes
Tras pasar un mes en la
academia, en el verano de 2007, se saltó una clase y se fue a hablar con el
sargento, luego con el alférez, el teniente, el capitán y todos los mandos que
se quedaron muy sorprendidos con la decisión de Enmanuel. «Me dijeron que me
hiciese cura castrense y me quedara pero no... llamé a mi amigo el sacerdote y
se lo solté, que quería irme de allí».
Parece increíble pero a
sus 27 años explica cosas que casi son imposibles de comprender: «solo me
planteaba responder a Dios, no lo que dejaba atrás y yo le decía... si Tú me
has llamado ya me irás diciendo cómo tengo que hacerlo». No se atrevía a pasar
por casa. Le temblaban las patillas. Pasó de cero a cien. De ser un joven
Guardia Civil a querer ser sacerdote. «Fue un paquete bomba. Le dije: mamá, que
dejo la academia y me voy a seminario. Tú se lo dices a papá», cuenta entre
risas recordando cómo sus amigos se quedaron en shock y como a sus padres les
costó, al principio, entenderlo.
Después de seis años en
el seminario, Enmanuel -con nombre hebreo del Niño Jesús- fue ordenado
sacerdote el pasado 6 de enero y celebró su primera misa -estaba a rebosar- a
los pocos días en Motril. Ahora es el sacerdote de Deifontes, Iznalloz y otro
par de pueblos y lleva una alianza para recordarse que está «casado con la
Iglesia». Enmanuel asegura que es plenamente feliz. Se le enciende la mirada
cuando habla de la confesión -«lo más bonito, porque das el abrazo de Cristo»-
y no siente que haya hecho una locura. Está en el mundo de un joven de 27, pero
con Dios. «Si el 'whatsapp' me sirve para organizar una catequesis, bueno es»,
remata con gracia.
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