“La Iglesia es nuestra
madre”
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buen
día!
¡Y les felicito, han sido valientes, porque
no se sabe si llueve o no llueve, realmente valientes! Esperemos poder concluir
la audiencia sin agua, que el Señor tenga piedad de nosotros...
Hoy inicia un ciclo de catequesis sobre la
Iglesia. Es un poco como el hijo que habla de la propia madre, de la propia
familia. Hablar de la Iglesia es hablar de nuestra madre, de nuestra familia.
La Iglesia de hecho no es una institución finalizada a sí misma o una
asociación privada, una Ong, y tampoco hay que restringir la mirada al clero o
al Vaticano... La Iglesia somos todos, ¿de quien hablas tú, de los curas?. Los
curas son parte de la Iglesia, pero la Iglesia somos todos, no la limitemos a
los sacerdotes, a los obispos o al Vaticano, porque la Iglesia somos todos.
Todos somos familia de esta madre.
La Iglesia es una realidad mucho más amplia
que se abre a toda la humanidad y que no nace en un laboratorio, la Iglesia no
ha nacido en un laboratorio, no ha nacido de repente. Ha sido fundada por
Jesús, y es un pueblo con una amplia historia a sus espaldas y una preparación
que inicia incluso mucho antes de Cristo.
Esta historia, o 'prehistoria' de la Iglesia
se encuentra ya en las páginas del Antiguo Testamento. Hemos escuchado el Libro
del Génesis, cuando Dios eligió a Abrahán, nuestro padre en la fe y le pidió
que partiera, que dejara su patria terrena y fuera a otra tierra, que Él le
habría indicado. Y en esta vocación Dios no llama a Abrahán como uno solo, como
un individuo, pero involucra desde el inicio a su familia, a sus parientes y a
todos aquellos que están al servicio de su casa. Una vez en camino, así inició
a caminar la Iglesia. Una vez en camino Dios ampliará una vez más el horizonte
y colmará a Abrahán con su bendición, prometiéndole una descendencia numerosa
como las estrellas del cielo y como la arena en las orillas del mar.
El primer dato importante es justamente este:
a partir de Abrahán Dios forma a un pueblo para que lleve su bendición a todas
las familias de la tierra. Y en el interior de este pueblo nace Jesús. Es Dios
que constituye a este pueblo, esta historia, este pueblo en camino y allí nace
Jesús, en este pueblo.
Un segundo elemento: no es Abrahán que
constituye entorno a sí un pueblo, pero es el mismo Dios que da vida a este
pueblo. Generalmente era el hombre a dirigirse a las divinidades, buscando
colmar la distancia e invocando apoyo y protección. En este caso en cambio se
asiste a algo inaudito: es Dios mismo quien toma la iniciativa. Escuchemos
esto: ¡Dios mismo llama a la puerta de Abrahán, le dice: ve adelante, deja tu
tierra, inicia a caminar yo haré (nacer) de ti un gran pueblo. Y éste es el
inicio de la Iglesia y de este pueblo nace Jesús. Pero Dios toma la iniciativa,
dirige su palabra al hombre creando una relación nueva con nosotros.
'Pero padre, ¿cómo es esto, Dios nos habla?'
Sí. '¿Y podemos hablar con Dios?' Sí. Y esto se llama oración. Y es Dios que ha
hecho esto desde el inicio. Así Dios ha formado un pueblo con todos aquellos
que escuchan su palabra y que se ponen en camino confiando en Él. Esta es la
única condición: fiarse de Dios. Si uno confía en Dios, lo escucha y se pone en
camino, esto es hacer Iglesia.
El amor de Dios precede todo, Dios llega
siempre antes que nosotros, el profeta Isaías o Jeremías decía que Dios es como
la flor de los almendros, porque es el primer árbol que florece en la
primavera, para indicar que Dios florece antes que nosotros. Cuando llegamos Él
nos espera, nos llama, nos hace caminar, y siempre antes que nosotros. Y esto
se llama amor.
'Pero padre, yo no creo esto, porque si usted
supiera que mi vida fue tan fea, no puedo pensar que Dios me espera'. Dios te
espera y si has sido un pecador grande, te espera más y con tanto amor, porque
Él es el primero y esta es la belleza de la Iglesia, que nos lleva a este Dios
que nos espera.
Abrahán y los suyos escuchan la llamada de
Dios y se ponen en camino, no obstante no sepan bien quién sea este Dios y
dónde quiera llevarlos. Es verdad, porque Abrahán se pone en camino
siguiendo a este Dios que le ha hablado, pero no tenía un libro de teología
para estudiar quien era este Dios. Abrahán se fía, se fía del amor y él se fía.
Esto no significa que esta gente estuviera siempre convencida y fiel. Por el
contrario, desde el inicio hay resistencias, el replegarse sobre sí mismos y
los propios interese, y la tentación de negociar con Dios para resolver las
cosas como quisiera uno.
Estas son las traiciones y pecados que
indican el camino del pueblo a lo largo de toda la historia de la salvación,
que es la historia de la fidelidad de Dios y de la infidelidad del pueblo. Dios
entretanto no se cansa, Dios tiene paciencia, tanta paciencia, y durante el
tiempo sigue formando a su pueblo como un padre a su propio hijo. Dios camina
con nosotros, dice el profeta Osea, yo he caminado contigo y te he enseñado a
caminar como un papá le enseña a caminar a un niño. Hermosa figura de Dios, y
así hace con nosotros, nos enseña a andar.
Y es la misma actitud que mantiene hacia la
Iglesia. También nosotros de hecho, mismo en nuestra intención de seguir al
Señor Jesús, hacemos experiencia cada día de nuestro egoísmo y de la dureza de
nuestro corazón. Entretanto cuando nos reconocemos pecadores, Dios nos
llena de su misericordia y de su amor. Y nos perdona, nos perdona siempre,
y es justamente esto que nos hace crecer como Pueblo de Dios, como Iglesia. No
porque somos buenos, no son nuestros méritos. Somos poca cosa nosotros, no es
esto, sino la experiencia cotidiana de cuanto el Señor nos quiere y nos
atiende. Es esto que nos hace sentir verdaderamente en sus manos y nos lleva a
crecer en la comunión con Él y entre nosotros. Es sentirse en las manos de
Dios que es padre, que nos ama, nos acaricia, nos espera y nos hace sentir su
ternura. ¡Y esto es hermoso!
Queridos amigos, este es el proyecto de Dios:
formar un pueblo bendito por su amor y que lleve su bendición a todos los
pueblos de la tierra. Este proyecto no cambia, está siempre activo. En Cristo
tuvo su plenitud y todavía hoy Dios sigue realizándolo en la Iglesia. Pidamos
entonces la gracia de ser siempre fieles al influjo del Señor Jesús y a
escuchar su palabra, listos a partir cada día como Abrahán, hacia la tierra de
Dios y del hombre, hacia la verdadera patria nuestra, y así volvernos bendición
y signo del amor de Dios hacia todos sus hijos. Me gusta pensar que un sinónimo
que podríamos tener los cristianos sería: son hombres y mujeres que bendicen.
El cristiano con su vida tiene que bendecir siempre, bendecir a Dios y a todos
nosotros. Los cristianos son gente que sabe bendecir. ¡Qué linda vocación ésta!
FUENTE: Zenit.org
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