Francisco en la
homilía de hoy invita a reflexionar sobre los tesoros a los que está unido
nuestro corazón
Jesús
nos pide tener el corazón libre de dinero, vanidad y poder. Lo ha recordado el
papa Francisco en la homilía de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Santo
Padre ha indicado que las verdaderas riquezas son las que hacen
"luminoso" el corazón como la adoración a Dios y el amor al prójimo.
Y así, ha advertido sobre los tesoros mundanos que pesan y encadenan nuestro
corazón.
El
papa Francisco ha desarrollado su homilía sobre el consejo de Jesús en el
Evangelio de hoy "no acumuléis, para vosotros, tesoros en la tierra".
Este es un "consejo de prudencia", porque los tesoros sobre la tierra
"no son seguros: se estropean, vienen los ladrones y se los llevan".
Y, ¿en qué tesoros piensa Jesús?, se ha preguntado el Papa. Y responde:
"principalmente en tres y siempre vuelve sobre el mismo argumento".
"El
primer tesoro: el oro, el dinero, las riquezas...'Pero no estás seguro con esto
porque, quizá, te lo robarán ¿no?' ; 'no, ¡estoy seguro con las inversiones!';
'¡quizá cae la Bolsa y tú te quedas sin nada! Dime, ¿un euro más te hace más
feliz o no? Las riquezas, tesoro peligroso, peligroso... Pero las riquezas son
buenas, sirven para hacer muchas cosas buenas, para llevar adelante la familia:
¡esto es verdad! Pero si tú las acumulas como un tesoro, ¡te roban el alma!
Jesús en el Evangelio vuelve a este tema, sobre las riquezas, sobre el peligro
de las riquezas, sobre poner la esperanza en las riquezas".
A
continuación el Pontífice ha hablado del segundo tesoro: la vanidad, "el
tesoro de tener prestigio, de hacerse ver". Y esto siempre es condenado
por Jesús, ha recordado el Papa. De esto modo, ha invitado a pensar lo que
Jesús "dice a los doctores de la ley, cuando ayunan, cuando dan limosna,
cuando rezan para hacerse ver". El Santo Padre ha citado a san Bernardo
cuando afirmaba: "tu belleza terminará por ser comida de gusanos".
Finalmente
el tercer tesoro es "el orgullo", "el poder". El Papa ha
hecho referencia a la Primera Lectura donde se narra la caída de la reina
Atalía. "Su gran poder duró siete años, después fue asesinada. ¡El poder
termina!", ha recordado. Y ha añadido: "cuántos grandes, orgullosos,
hombres y mujeres de poder han terminado en el anonimato, en la miseria o en
prisión". Es de ahí de donde viene la exhortación de no acumular dinero,
vanidad, orgullo, poder. Estos tesoros "no sirven" ha insistido.
El
Señor nos pide acumular "tesoros del cielo", ha afirmado Francisco.
"Aquí está el mensaje de Jesús: 'Pero si tu tesoro está en las riquezas,
en la vanidad, en el poder, en el orgullo, ¡tu corazón estará encadenado
ahí!" Tu corazón será esclavo de las riquezas, de la vanidad, del
orgullo'. ¡Y Jesús nos quiere con un corazón libre! Este es el mensaje de hoy.
'Pero, por favor, ¡debemos tener un corazón libre!', nos dice Jesús. Nos habla
de la libertad del corazón. Y tener un corazón libre solamente se puede tener
con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los otros, la
adoración a Dios. Estas son las verdaderas riquezas que no son robadas. Las
otras riquezas pesan en el corazón. Pesan en el corazón: lo encadenan, ¡no le
da libertad!", ha explicado el Santo Padre.
Asimismo,
el Papa ha hablado de un "corazón esclavo" que "no es un corazón
luminoso: será tenebroso". Y si nosotros acumulamos tesoros de la tierra,
"¡acumulamos oscuridades, que no sirven!" El Papa ha advertido que
estos tesoros "no nos dan la alegría, pero sobre todo no nos dan la
libertad". Sin embargo, "un corazón libre es un corazón luminoso, que
ilumina a los otros, que hace ver el camino que lleva a Dios".
Para
finalizar la homilía, el Santo Padre ha insistido en la idea de "un
corazón luminoso, que no está encadenado, un corazón que va adelante y que
también envejece bien, porque envejece como el buen vino: cuando el buen vino
envejece es un buen vino envejecido. Sin embargo, el corazón que no es luminoso
es como el vino malo: pasa el tiempo y se estropea más y se hace vinagre".
Y así, Francisco ha pedido "que el Señor nos dé esta prudencia espiritual,
para entender bien donde está mi corazón, a qué tesoro está unido mi corazón. Y
también nos dé la fuerza de desencadenarlo, si está encadenado, para que se
haga libre, luminoso y nos dé esta felicidad bella de los hijos de Dios: esa
verdadera libertad".
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