Sed valientes,
regalad a Dios
La fiesta de
la Sagrada Familia se ha celebrado en todas las diócesis de España: ha habido
momentos para la Adoración y para los villancicos, para la oración familiar y
la catequesis, para la bendición de los novios y también de los matrimonios que
ya han cumplido las Bodas de Oro… En todas las celebraciones, se ha mirado a la
Familia de Nazaret, y se ha pedido a las familias de hoy que salgan a la calle
para hablar de Dios y dar a Dios
+ Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de
Valencia
Luz frente a las ideologías
La familia,
basada en el matrimonio estable entre un hombre y una mujer, abierto a la vida
recibida como don de Dios, es el único espacio que queda de humanización y el
único espacio en el que el hombre puede formarse como tal. Mientras perviva la
familia, pervivirá el hombre sobre la tierra, porque en la familia está el
futuro del hombre. Frente a supuestos modelos de familia alternativos que hoy
se proponen, la Iglesia invita a las familias cristianas a ser signo luminoso
del Evangelio, a vivir con gozo y alegría su condición de hombre y mujer,
esposo y esposa, padre y madre, creadores de una nueva cultura familiar
centrada en Cristo. Las familias necesitan recobrar confianza en sí mismas ante
la cultura e ideologías dominantes que, a través de los medios de comunicación,
moldean comportamientos y sensibilidades contrarias al modelo de familia.
El
matrimonio único e indisoluble entre un hombre y una mujer, indudablemente no
está de moda; todo el mundo se pliega a la dictadura de la moda, y lo que está
de moda es tachar de conservador, atrasado e inmovilista el pensamiento de la
Iglesia sobre la familia y el matrimonio, el verdadero y único entre un hombre
y una mujer a imagen y semejanza de su Creador. Esta dictadura de la moda
ejerce un terror sobre las conciencias y las esclaviza.
Hoy es
necesario promover y defender el matrimonio único e indisoluble entre un hombre
y una mujer, como grandísima esperanza para el futuro, a pesar de políticas
irresponsables y suicidas, producto de las ideologías y cultura dominantes que
no ayudan a la familia, sino que la distorsionan. Sin embargo, los Estados
incumplen con su responsabilidad de servicio al bien común cuando legislan
contra la familia, y actúan irresponsablemente cuando desprotegen al
matrimonio.
+ Luis Martínez Sistach, cardenal arzobispo
de Barcelona
Familias, salid a las periferias, es urgente
Tenemos que
ir a las periferias. Vosotros, familias cristianas, ya estáis en las
periferias, porque en el entorno donde vivís hay muchas personas que no conocen
a Jesús, o lo conocen mal. Pienso que debéis tomar mucha conciencia de que sois Iglesias
domésticas en las periferias. Así, como Iglesias domésticas, podéis
invitar a los amigos, los vecinos, los familiares a vuestro hogar, para
compartir la amistad y el interés por los acontecimientos de la sociedad, del
país, del mundo. Así será posible, un día u otro, ante los hechos que vayan
saliendo en la conversación, hacer referencias a Jesús, leer algún texto del
Evangelio y hacer una oración.
Será como un
primer anuncio de Jesús muerto y resucitado por cada uno de ellos. Con el
tiempo, es fácil que los que participan en estas reuniones de su Iglesia
doméstica pasen a la iglesia de la parroquia para integrarse en la
comunidad cristiana y celebrar la fe. Pienso que, en las grandes ciudades, las
familias cristianas, como Iglesias domésticas, deben tomar conciencia de
que deben ser evangelizadoras, hacia muchas personas que conocen por diversos
motivos, y que deben ser evangelizadas. Os animo, estimadas familias
cristianas, a prestar este servicio, muy necesario y muy urgente.
+ Javier Martínez, arzobispo de Granada
Cuando rompen chicos buenos…
Vivir en la
inmanencia se vive muy mal; vivir sin ningún horizonte de trascendencia se vive
con un cierto desasosiego, con una cierta inquietud, hasta con una cierta
indignación con la realidad, con el mundo en el que estamos. Es un mundo en el
que no nos podemos sentir a gusto, en el que no nos podemos sentir en un hogar.
Eso afecta a todas las dimensiones de la vida; vemos todos los días, vemos
todas las semanas, romperse familias. Y la gente te dice: Son chicos
buenos… Y comprendes que son chicos buenos. Pero hay algo en el fondo del
suelo en el que pisan que es como arenas movedizas, y en esas arenas movedizas
vivimos hoy.
Cristo ha
venido también para este mundo de arenas movedizas, o de lo que sea. Es decir,
el amor de Cristo, el Amor de la Navidad, se extiende a todos los hombres sin
excepción. Cristo ha venido, como le gustaba recordar a san Juan Pablo II, para
poder decirle a cada hombre y a cada mujer: Dios te ama. Yo he venido por
ti. Cristo ha venido por ti, para que puedas percibir que tu vocación es la de
ser hijo de Dios y que tu destino es el reino de Dios, la vida eterna.
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
No es una utopía
Son muchos
los retos que nos presenta la época presente en torno a la familia. Por una
parte, es la institución más apreciada; y, al mismo tiempo, dada la fragilidad
humana, la familia sufre erosión interna y externa. Desde dentro, porque muchos
acceden al matrimonio sin la debida preparación, sin la debida madurez
afectiva, sin una experiencia suficiente de Dios, que santifica el amor humano
en el matrimonio y lo pone a salvo de nuestras veleidades. Por eso, tanto
fracaso matrimonial en nuestros días, tanto sufrimiento en este aspecto de la
vida tan hondo para la persona. Hay mucho gozo en el seno de la familia, pero también
hay mucho sufrimiento, sobre todo en aquellos que no se sienten amados como
esperaban.
Lo que el
hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la
ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz
al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado. Es posible la esperanza,
también en este campo de la familia.
La Iglesia
tiene la preciosa tarea de presentar con hechos, con el testimonio de tantos
hijos suyos, que la felicidad es posible, que la solidez de la familia nos
interesa a todos, que no es una utopía ese plan de Dios sobre la familia, sino
que es una realidad al alcance de todos. Y, al mismo tiempo, a la Iglesia se le
encomienda ser hospital de campañapara todos los heridos en esta guerra.
Ser lugar de acogida para todos sin discriminación, ser hogar donde todos
puedan encontrar el bálsamo de sus heridas, porque todos pueden ser curados y
fortalecidos por el amor de Dios.
+ César Franco, obispo de Segovia
Nazaret, hogar abierto
Las fiestas
de Navidad son fiestas profundamente familiares. Proporcionan momentos de
unión, afecto entrañable, memoria agradecida de quienes nos dejaron. Y también
de perdón. ¡Cuántas heridas y resentimientos se sanan sentados a la mesa y
compartiendo el pan! Muchos retornan estos días a la casa paterna, después de
tiempos de ausencia, y provocan alegrías inolvidables. Aparece de nuevo el
valor de la familia, como escuela de amor y humanidad.
No es
casualidad que todo suceda en las fiestas en que el Hijo de Dios aparece en
familia. Dios se hace visible en la humanidad de Cristo. El rostro de Dios
tiene el rostro de Jesús, y los hombres pueden contemplarlo directamente: ver
cómo crece, cómo se relaciona con sus padres, cómo aprende un oficio junto a
José, cómo trata a sus padres, poniendo a Dios siempre en el primer lugar.
El hogar de
Nazaret, además, era un hogar abierto, como abierto es el corazón del Padre. No
es imaginable que estuviera cerrado a las necesidades de los demás, que fuera
indiferente a los que vivían pobremente. Si Jesús, en su ministerio público,
tenía una bolsa para los pobres y ordenaba hacer limosnas, es obvio que lo
aprendiera desde niño viendo la caridad de María y José, seguramente discreta y
generosa. Creo que los cristianos olvidamos con frecuencia la belleza que tiene
vivir en una familia donde Dios habita con absoluta novedad. Si viviéramos más
conscientes de la gracia que poseemos, el testimonio que daríamos al mundo
sería de una fuerza arrolladora. Ofreceríamos familias sostenidas e iluminadas
por la gracia de Dios, que, sin artificio alguno, reflejarían la luz que ha
brillado en la Navidad.
+ José Manuel Lorca Planes, obispo de
Cartagena
Núcleo donde transmitir la fe
Debemos dar
gracias a Dios por el enorme regalo de la familia. La familia se convierte en
generadora de la espiritualidad de la caridad que nos impulsa al amor
verdadero, al respeto de la dignidad de todo ser humano, a la aceptación de uno
mismo, a la entrega generosa por causa de Cristo y al servicio desinteresado
buscando el bien común para todos. Al mismo tiempo, es necesario pedir a las
instituciones públicas que presten la ayuda y protección necesarias para la
estabilidad y seguridad de las familias, porque la familia no es un tema
marginal, no es una cosa secundaria.
Es en el
núcleo familiar donde debe transmitirse la fe a través de la participación en
la Eucaristía dominical, la formación de los hijos en la fe o mediante los
diferentes signos diarios que realiza un cristiano. Dentro de la familia, se
recibe, se educa y se cuida la vida del hombre de un modo excelente; cada
persona es valorada por sí misma, prescindiendo de la utilidad que pueda
reportar.