JESUS, EL CENTRO DE LA FAMILIA
Podemos imaginar a esta pequeña familia, en medio
de tanta gente, en los grandes atrios del templo. No sobresale a la vista, no
se distingue... Sin embargo, no pasa desapercibida. Dos ancianos, Simeón y Ana,
movidos por el Espíritu Santo, se acercan y comienzan a alabar a Dios por ese
Niño, en quien reconocen al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel
(cf. Lc2, 22-38). Es un momento sencillo pero rico de profecía: el
encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de alegría y de fe por las gracias
del Señor; y dos ancianos también ellos llenos de alegría y de fe por la acción
del Espíritu. ¿Quién hace que se encuentren? Jesús. Jesús hace que se encuentren: los jóvenes y los ancianos. Jesús es
quien acerca a las generaciones. Es la fuente de ese amor que une a las
familias y a las personas, venciendo toda desconfianza, todo aislamiento, toda
distancia. Esto nos hace pensar también en los abuelos: ¡cuán importante es
su presencia, la presencia de los abuelos! ¡Cuán precioso es su papel en las
familias y en la sociedad! La buena relación entre los jóvenes y los ancianos
es decisivo para el camino de la comunidad civil y eclesial. Y mirando a estos
dos ancianos, a estos dos abuelos —Simeón y Ana— saludamos desde aquí, con un
aplauso, a todos los abuelos del mundo.
El mensaje que proviene de la Sagrada Familia es
ante todo un mensaje de fe. En la vida familiar de María y José Dios está
verdaderamente en el centro, y lo está en la Persona de Jesús. Por eso la
Familia de Nazaret es santa. ¿Por qué? Porque está centrada en Jesús.
Cuando padres e hijos respiran juntos este clima de
fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas incluso difíciles, como
muestra la experiencia de la Sagrada Familia, por ejemplo, en el hecho
dramático de la huida a Egipto: una dura prueba.
El Niño Jesús con su Madre María y con san José son
una imagen familiar sencilla pero muy luminosa. La luz que ella irradia es luz
de misericordia y de salvación para todo el mundo, luz de verdad para todo
hombre, para la familia humana y para cada familia. Esta luz que viene de la
Sagrada Familia nos alienta a ofrecer calor humano en esas situaciones
familiares en las que, por diversos motivos, falta la paz, falta la armonía y
falta el perdón. Que no disminuya nuestra solidaridad concreta especialmente en
relación con las familias que están viviendo situaciones más difíciles por las
enfermedades, la falta de trabajo, las discriminaciones, la necesidad de
emigrar... Y aquí nos detenemos un poco y en silencio rezamos por todas esas
familias en dificultad, tanto dificultades de enfermedad, falta de trabajo,
discriminación, necesidad de emigrar, como dificultades para comprenderse e
incluso de desunión.
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