domingo, 27 de diciembre de 2015

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA DE 2014.

JESUS, EL CENTRO DE  LA FAMILIA

Podemos imaginar a esta pequeña familia, en medio de tanta gente, en los grandes atrios del templo. No sobresale a la vista, no se distingue... Sin embargo, no pasa desapercibida. Dos ancianos, Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, se acercan y comienzan a alabar a Dios por ese Niño, en quien reconocen al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel (cf. Lc2, 22-38). Es un momento sencillo pero rico de profecía: el encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de alegría y de fe por las gracias del Señor; y dos ancianos también ellos llenos de alegría y de fe por la acción del Espíritu. ¿Quién hace que se encuentren? Jesús. Jesús hace que se encuentren: los jóvenes y los ancianos. Jesús es quien acerca a las generaciones. Es la fuente de ese amor que une a las familias y a las personas, venciendo toda desconfianza, todo aislamiento, toda distancia. Esto nos hace pensar también en los abuelos: ¡cuán importante es su presencia, la presencia de los abuelos! ¡Cuán precioso es su papel en las familias y en la sociedad! La buena relación entre los jóvenes y los ancianos es decisivo para el camino de la comunidad civil y eclesial. Y mirando a estos dos ancianos, a estos dos abuelos —Simeón y Ana— saludamos desde aquí, con un aplauso, a todos los abuelos del mundo.


El mensaje que proviene de la Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe. En la vida familiar de María y José Dios está verdaderamente en el centro, y lo está en la Persona de Jesús. Por eso la Familia de Nazaret es santa. ¿Por qué? Porque está centrada en Jesús.

Cuando padres e hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas incluso difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia, por ejemplo, en el hecho dramático de la huida a Egipto: una dura prueba.

El Niño Jesús con su Madre María y con san José son una imagen familiar sencilla pero muy luminosa. La luz que ella irradia es luz de misericordia y de salvación para todo el mundo, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia. Esta luz que viene de la Sagrada Familia nos alienta a ofrecer calor humano en esas situaciones familiares en las que, por diversos motivos, falta la paz, falta la armonía y falta el perdón. Que no disminuya nuestra solidaridad concreta especialmente en relación con las familias que están viviendo situaciones más difíciles por las enfermedades, la falta de trabajo, las discriminaciones, la necesidad de emigrar... Y aquí nos detenemos un poco y en silencio rezamos por todas esas familias en dificultad, tanto dificultades de enfermedad, falta de trabajo, discriminación, necesidad de emigrar, como dificultades para comprenderse e incluso de desunión.

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