viernes, 21 de marzo de 2014

SUBSIDIO LITÚRGICO SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 2014.

¡Sí a la vida, esperanza ante la crisis!
 Jornada por la Vida
25 de marzo de 2014

Guion para la eucaristía


Ritos iniciales

Monición de entrada
En medio de nuestro camino cuaresmal, que nos conducirá a la celebración gozosa y esperanzadora de la Pascua, la Iglesia ce­lebra hoy la solemnidad de la Anunciación del Señor, en la que se conmemora el anuncio del ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios, el inicio de su vida humana.
La Iglesia no podría encontrar mejor fecha en el año para ce­lebrar una Jornada por la Vida que este día, nueve meses antes del día de Navidad, en el que conmemoramos que, gracias a la acogida de la Palabra de Dios por la Virgen, el Hijo de Dios se hizo carne de nuestra carne para caminar por nuestro mismo camino y con­ducirnos hacia la vida de Dios. Hoy se encarna nuestra esperanza alumbrada en la fe de María por obra del Espíritu Santo. Acojamos con María a la fuente de la Vida para acoger toda vida humana.

Acto penitencial
Dios Padre, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la eu­caristía, es quien nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la miseri­cordia de Dios.
Tú, que iniciaste tu vida humana en las entrañas de la Virgen. Señor, ten piedad.
Tú, que has compartido en todo nuestra condición humana me­nos en el pecado. Cristo, ten piedad.
Tú, que fuiste fiel hasta la muerte para que nosotros tengamos vida y vida abundante. Señor, ten piedad.

Liturgia de la Palabra

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10).
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» 
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Salmo
Sal 39,7-8a.8b-9.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Evangelio
Lectura del Evangelio según Ean Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Oración de los fieles
Recordando, hermanos, el momento en que la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, oremos a Dios, fuente de vida y de todo bien.

Oremos, en primer lugar, por la Iglesia extendida de oriente a occidente, por el papa, los obispos y los sacerdotes, para que sigan proclamando el evangelio de la Vida a todos los hombres. Roguemos al Señor.
Oremos por todos nosotros para que el Espíritu Santo enseñe a todas las personas que desde el momento de la concepción existe en el seno materno un ser humano con vida. Roguemos al Señor.
Oremos por los gobiernos y los legisladores de las naciones para que, iluminados por el Espíritu Santo, protejan eficazmente el derecho de la vida desde su inicio hasta su fin natural. Rogue­mos al Señor.
Oremos, de un modo especial en esta Jornada por la Vida, por las familias, para que reciban los hijos que Dios les conceda con responsabilidad y alegría, como María y José recibieron a Jesús. Roguemos al Señor.
Oremos también por todas las mujeres que están sufriendo el trauma del aborto en sus vidas. Para que encuentren el perdón y la paz. Roguemos al Señor.
Oremos, como hacemos siempre, por todos aquellos que sufren en su cuerpo o en su espíritu para que reciban la ayuda que vie­ne de lo alto y no les falte la ayuda fraternal de los cristianos. Roguemos al Señor.
Oremos por todos aquellos que, como Cristo, mueren inocente­mente, por los no nacidos, los enfermos, los ancianos, las víctimas del terrorismo y la guerra, para que su dolor sea redentor, y la Ci­vilización de la Vida triunfe sobre la muerte. Roguemos al Señor.
Y oremos por nosotros, que nos preparamos para renovar en la noche santa de la Pascua el bautismo por el que fuimos incorpo­rados a la vida nueva de la gracia para que, animados por esta Jornada y alimentados con el Pan vivo bajado del cielo, estemos siempre dispuestos a defender el gran don de la vida humana. Roguemos al Señor.

Oh, Dios, creador y dueño de todas las cosas, escucha nuestras súplicas confiadas y concédenos a nosotros, creados a tu imagen y semejanza, anunciar con fidelidad el Evangelio de la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor, y la intercesión de la Virgen María.


Monición a las ofrendas

Señor, te ofrecemos estos trabajos de los alumnos del Colegio de la Divina Infantita, son pequeños corazones que se entregarán al concluir la Eucaristía, con ellos queremos presentar ante Ti todo el trabajo a favor de la vida, en el respeto y defensa de la vida que se funda en su origen sagrado, con ellos también queremos poner ante tu altar, todos los niños que están en el seno de su madre.

Señor, te ofrecemos estas velas, con ellas queremos poner ante el altar a todos los niños que no han nacido, a las madres que han abortado, a todos los que sufren por la cultura de la muerte, ante ti que eres la Luz del mundo, que haces de la noche el día más claro. Presentamos esta luz porque deseamos que el Evangelio de la Vida sea conocido por todos.



Te presentamos, Señor, el Pan y Vino que se convertirán en Tu Cuerpo y Sangre. Con ellos te ofrecemos nuestros deseos de paz y amor para todas las familias del mundo, sus problemas, sus dolores e inquietudes, nuestros deseos sinceros de que nuestras vidas den fruto abundante, al unirnos a la ofrenda de Cristo Resucitado.

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