Queridos hermanos y hermanas:
Muchas
gracias por haber venido a esta última audiencia general de mi pontificado.
Asimismo, doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que,
con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu
de fe y humildad. Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han
acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad.
Desde
que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia
con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la
Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está
colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de
la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de
que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser
cristianos.
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos
provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido
acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis
pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a
un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro.
Imploremos todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de
la Iglesia. Muchas gracias. Que Dios os bendiga.
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