Mons. Javier Martínez (Arzobispo
de Granada) el pasado día 19 en la Eucaristía, habló del matrimonio y la
familia, con motivo del Sínodo extraordinario de obispos que ha concluido, y en
la que señala que es en la Eucaristía donde aprendemos qué significa un
matrimonio.
En la Eucaristía aprendemos que hace el esposo por
la esposa.
En este sentido, Mons. Martínez
explica por qué la relación hombre-mujer reducida a un contrato social no es un
matrimonio, y asemeja éste a un cheque en blanco que los dos se dan, del mismo
modo que Dios nos ha dado un cheque en blanco con nuestra vida. "Porque la
vida, a la luz de Cristo, es un cheque en blanco que Dios nos ha dado a cada
uno de nosotros, una promesa, una alianza nueva y eterna de amor para siempre,
que el Señor no romperá jamás aunque nosotros la rompamos", señaló Mons.
Martínez, en la Eucaristía del pasado día 19 en la que se inauguró el Año
Jubilar Teresiano, se celebró el 75 aniversario deEstaciones de Penitencia de
la Cofradía del Cristo del Consuelo y la Jornada Mundial de las Misiones
(DOMUND).
(...) "Europa se muere a
causa de su propia autodestrucción, porque en esa destrucción de lo humano, el
punto primero, o el punto último, si queréis, que se destruye, pero ciertamente
el punto decisivo, es, justamente, la concepción del matrimonio y de la
familia, la existencia misma del matrimonio y de la familia.
Tengo que decir con dolor, con un
dolor muy grande, que, en este sentido, en España, ahora mismo, somos la única
sociedad en que el matrimonio ha dejado de existir, en el sistema jurídico y
legal español. No ha sucedido antes. Jamás en la historia, jamás, ninguna
cultura de la que tengamos noticia; siempre el matrimonio ha sido una realidad
protegida, hubiera la concepción del matrimonio que hubiera. Sólo en esta
sociedad post-ilustrada el matrimonio ha sido percibido -casi desde el principio,
desde los primeros economistas políticos ingleses del siglo XVIII o de finales
del XVII-, la familia y el matrimonio eran el gran obstáculo al desarrollo de
la economía. Dios mío, qué falsedad tan grande, cuando todos -es decir, el
pueblo que abre los ojos, el pueblo que no tiene su visión distorsionada por un
filtro ideológico, normalmente multiplicado al máximo por los medios de
comunicación social- sabemos que si la crisis no ha causado muchísimos más
destrozos de los que ha causado, se debe, precisamente, al sostenimiento que
las familias están dando a las personas que no tienen trabajo, a las personas
que no tienen posibilidad de encontrarlo, al sostén humano que la familia
significa para el hombre, que de no ser por una familia viviría en una absoluta
desesperación; y es en la desesperación donde crecen los totalitarismos,
también es necesario decirlo. Todos los totalitarismos que han nacido en el
mundo moderno y en el mundo contemporáneo han nacido en situaciones de
desesperación de un pueblo.
Por lo tanto, Dios mío, tenemos
que reaprender lo que significa el matrimonio y tenemos que reaprender lo que
significa la familia. La concepción humana más difundida, la que puede
considerarse como base -por eso os he dicho que no es un tema que se pueda
desarrollar adecuadamente en el marco de una homilía-, la concepción de base
del hombre moderno y de las relaciones humanas en el mundo moderno es la
concepción del contrato social, donde dos hombres, dos seres humanos,
absolutamente iguales, sin más diferenciación de ningún tipo, números, números
reducidos a cifras y a una masa, seres humanos, iguales e idénticos, autónomos
y libres, deciden libremente asociarse de la manera que ellos consideren
oportuno. Esa imagen del contrato social, ese sustrato del contrato social que
está como sustrato de todos los sistemas políticos e ideológicos que han nacido
en el siglo XIX y en el siglo XX, porque, inevitablemente, pone la relación de
hombre y mujer, la relación esponsal de hombre y mujer, esa relación única, que
es la relación esponsal de hombre y mujer, en las claves del "yo te doy
tanto y tú me das tanto" y el balance tiene que estar equilibrado a final
de mes, o a final de año, o después de un tiempo, y si no está equilibrado,
todos somos libres de romper el contrato social en cualquier momento de ese
contrato, y no hay otra obligación moral mas que la de que el contrato esté
equilibrado siempre, que el balance resulte siempre en un equilibrio por ambas
partes. Eso es incompatible con la experiencia humana del matrimonio.
El matrimonio es un cheque en
blanco; mejor dicho, dos cheques en blanco. Porque no es la mujer la que da un
cheque en blanco al hombre, nunca. No hay matrimonio, aunque eso suceda mucho
en la práctica. Sólo hay matrimonio cuando los dos, libremente, se dan un
cheque en blanco para toda la vida.
Y eso (y es lo que quería deciros
acerca de la familia) ¿dónde se puede aprender? Se aprende, mejor que en ningún
otro sitio -habría muchos sitios donde se podría aprender, pero,
desgraciadamente, cada vez es más difícil que se aprenda en ellos, incluso en
los sistemas educativos o en los sitios que se siguen llamando por rutina
sistemas educativos-, en la Eucaristía, mis queridos hermanos. Ahí es donde
aprendemos lo que significa un matrimonio, porque ahí es donde aprendemos qué
es lo que hace el esposo por la esposa: "Tomad, comed, este es mi cuerpo,
esta es mi sangre derramada por vosotros". El lenguaje de la Eucaristía es
un lenguaje esponsal.
Cada Misa es una boda. Los
cristianos nos hemos olvidado de ello. Y vivimos, o vamos a Misa por quien
cumple, por cumplir una obligación, porque tenemos alguna necesidad y tenemos
que pedirle al Señor por algo, como un acto de piedad, pero cada Misa es la
celebración de una boda, y la esposa es la Iglesia, vosotros, a quienes os he
nombrado antes que a nadie, antes que a los sacerdotes, antes que a nada: la
esposa es la Iglesia, y cada uno de los que formamos la Iglesia, que tenemos la
experiencia de que Cristo se da hasta la muerte para que nosotros vivamos. A la
luz de eso se entiende que el matrimonio pueda ser un cheque en blanco mutuo.
¿Por qué? Porque la vida, a la luz de Cristo, es un cheque en blanco que Dios
nos ha dado a cada uno de nosotros, una promesa, una alianza nueva y eterna de
amor para siempre, que el Señor no romperá jamás aunque nosotros la
rompamos"
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