El pasado mes de septiembre el Catholic
Family and Human Rights Institute, única organización no gubernamental de
carácter católico, presente en la ONU, informaba que la Comisión judicial
de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos estudiaba la
necesidad de una reforma constitucional para proteger los derechos inherentes a la patria potestad amenazados
por la intrusión de las normas que se filtran desde la ONU, que impulsan a
poner al gobierno por encima de la familia, dictando normas de obligado
cumplimiento opuestas a lo que los padres pretenden transmitir a sus hijos en
cuestiones afectivo-sexuales, matrimonio, contracepción o aborto.
Los grandes grupos de presión a
escala mundial saben que si logran inculcar sus ideas a un par de generaciones
no habrá marcha atrás: la población estará en sus manos y podrá ser manipulada
a su antojo, especialmente en el mundo occidental tarado de hedonismo y relativismo.
Hay un decidido propósito de
eliminar a la familia como célula básica de la sociedad. Si las familias se
propagaban mediante la generación, cuidaban de sus hijos dotándolos del esquema
básico de valores y normas orientadoras y los acompañaban hasta ponerlos en
condiciones de asumir sus propias vidas, esto les parece anticuado y fuera de
lugar a los “grandes expertos” que prefieren manipular a los niños desde la
guardería infantil y librarlos de la “mala influencia” de sus padres.
Parecen decididos a borrar para
siempre aquello de “creced y multiplicaos, llenad la tierra” alegando el
peligro de la superpoblación. Por supuesto, si esto queda borrado pues, a
disfrutar de la sexualidad sin cortapisas ni responsabilidades.
Pero al mismo tiempo desde la ONU
nos advierten del envejecimiento de la población y aconsejan a los gobiernos
que activen planes para cuidar a los viejos. Claro que si la población está
cada vez más envejecida es porque no nacen niños, gracias a la política
antinatalista propiciada desde la misma ONU y puesta en práctica por sumisos
gobiernos progresistas que legislan a favor del aborto, la contracepción, la
sexualidad libre, etc. En los países occidentales la tasa de fecundidad, número
de hijos nacidos por mujer, no cubre para reponer a los que se mueren. Para
España esta tasa es del 1,2, inferior a Francia o Italia.
El Occidente somos una
civilización, que abandonó sus raíces y está empeñada en suicidarse, pero antes
de dejar de existir veremos llegar, ─ya están aquí─,
otros pueblos y civilizaciones
que nos sustituirán.
La familia tenía también como
tarea cuidar de sus mayores, lo que ha devenido cada vez más imposible y se
espera que el insostenible estado del bienestar se encargue de ello,
liberando a las familias de tal obligación.
Si no trae hijos al mundo ni
cuida de sus mayores, no es extraño que la familia pueda estar en vías de
extinción. Las generaciones futuras pueden ser fabricadas en laboratorios, como
anticipó Aldous Huxley en su terrible “Mundo Feliz”.
Del Sínodo sobre la familia,
convocado por el Papa, los cristianos esperamos que se proclamen alto y claro,
el papel insustituible de la familia, los derechos de los padres sobre sus
hijos y la necesidad de parejas estables, una sola carne, que se preparen con
seriedad para cumplir su misión de ser la célula básica de la sociedad. Rezo
por ello.
Francisco Rodríguez Barragán
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