La
'Relatio ante disceptationem' del cardinal Peter Erdö:
anunciar la belleza
de la familia que a pesar de todo es escuela de humanidad
El cardenal Peter Erdö, relator
general del Sínodo de los Obispos, fue el encargado de dar la relación previa a
la discusión de los trabajos que iniciaron este lunes y finalizaran el domingo
19 de octubre.
Los puntos principales de la
exposición del cardenal fueron: mirar a la familia con esperanza y
misericordia, anunciando su valor y su belleza, ya que no es un "modelo
fuera de curso". Y a pesar de las dificultades y factores disgregadores,
tales como el divorcio, el aborto, la violencia, la pobreza, el abuso, la
pesadilla de la precariedad, el desequilibrio causado por las migraciones, la
familia es siempre una "escuela de humanidad".
Sobre las
situaciones maritales difíciles, recordó que Iglesia es una "casa
paterna" y que los afectados deben sentirse amados por la comunidad
eclesial, lo que no anula el compromisos matrimonial. Y que después de un
divorcio, mientras el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo
matrimonio reconocido por la Iglesia.
Indicó también que muchos
matrimonios celebrados puede resultar no validos, y que la sentencia de nulidad
debe evitar la impresión de un divorcio. Añadió que "es necesario
examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que
prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter
penitencial". Concluye que la propuesta del sínodo tiene que ir ''más
allá del círculo de los católicos practicantes" y que es necesario volver
''atractivo'' el mensaje cristiano respecto al matrimonio y la familia.
***
La Relatio ante
disceptationem del cardenal Erdö, destacó los puntos principales sobre los
que se desarrollará la discusión en el aula, teniendo en cuenta los textos
escritos de los Padres Sinodales, enviados a la Secretaría general del Sínodo
antes del inicio de los trabajos.
Durante estas dos semanas, se
reúnen en el Vaticano cardenales, obispos, sacerdotes y laicos para afrontar el
tema elegido por Francisco para este Sínodo "Los desafíos pastorales sobre
la familia en el contexto de la evangelización".
En primer lugar, la relación del
cardenal Erdö invita a mirar a la familia con esperanza y misericordia,
anunciando su valor y su belleza, ya que, a pesar de las muchas dificultades,
no es un "modelo fuera de curso"
El cardenal afirma que vivimos en
un mundo solamente de emociones, en el que la vida "no es un proyecto,
sino una serie de momentos" y "el compromiso estable parece
temible" para el ser humano, al que el individualismo ha hecho muy frágil.
Pero es precisamente aquí, frente a estos "signos de los tiempos" que
el evangelio de la familia se presenta como un "remedio", una
"verdad medicinal", que hay que proponer ''poniéndose en el lugar de
aquellos a quienes más les cuesta reconocerla como tal y vivirla''.
Por eso dice no al
"catastrofismo o a la abdicación" dentro de la Iglesia. ''Existe un
patrimonio de fe claro y ampliamente compartido'', observa. Por ejemplo, las
ideologías tales como la teoría del género o la equiparación de las uniones
homosexuales con el matrimonio entre hombre y mujer no gozan de consenso entre
la gran mayoría de los católicos, mientras que el matrimonio y la familia
siguen considerándose ampliamente vistos como un ''patrimonio'' de la
humanidad, que se debe proteger, promover y defender.
Ciertamente, entre los creyentes,
la doctrina es a menudo poco conocido o practicada, pero "esto no
significa que se ponga en tela de juicio".
Esto vale en particular, por lo
que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y su sacramentalidad entre
los bautizados. No se cuestiona la doctrina de la indisolubilidad del
matrimonio en cuanto tal, es más, queda incontestada y en gran parte es
observada en la praxis pastoral de la Iglesia con las personas que han
fracasado en su matrimonio y que buscan un nuevo inicio. Por tanto, precisa el
cardenal, en este Sínodo no se discute sobre las cuestiones doctrinales, sino
sobre las cuestiones prácticas --inseparables, por otro lado, de las verdades
de la fe--, de naturaleza exquisitamente pastoral.
De ahí --prosigue la relación del
purpurado-- la necesidad de una mayor formación, especialmente para los novios,
para que sean plenamente conscientes tanto de la dignidad sacramental del
matrimonio, basado en la "unicidad, fidelidad y fecundidad", tanto de
su ser "una institución de la sociedad."
Aunque amenazado por
"factores disgregadores", tales como el divorcio, el aborto, la
violencia, la pobreza, el abuso, "la pesadilla" de la precariedad, el
desequilibrio causado por las migraciones, la familia es siempre una
"escuela de humanidad", explica el cardenal Erdö. ''La familia es
casi la última realidad humana acogedora en un mundo determinado casi
exclusivamente por las finanzas y la tecnología. Una nueva cultura de la
familia puede ser el punto de partida para una renovada civilización humana'',
observa.
El cardenal indica que por eso la
Iglesia sostiene a la familia concretamente, incluso si dicha ayuda ''no puede
prescindir de un compromiso eficaz de los Estados'' en la tutela y promoción
del bien común, mediante políticas adecuadas.
Mirando, más tarde, a los que
viven en situaciones maritales difíciles, el cardenal Erdö hace hincapié en que
la Iglesia es una "casa paterna" para ellos y con ellos es necesaria
''una acción de pastoral familiar renovada y adecuada'' sobre todo para que se
sientan amados por Dios y por la comunidad eclesial, en una perspectiva misericordiosa
que no cancele sin embargo, "la verdad y la justicia". Por tanto, el
relator subraya que la misericordia tampoco anula los compromisos que nacen de
las exigencias del vínculo matrimonial. Éstos siguen subsistiendo incluso
cuando el amor humano se ha debilitado o ha cesado. Esto significa que, en el
caso de un matrimonio sacramental (consumado), después de un divorcio, mientras
el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo matrimonio reconocido
por la Iglesia'.
Por otra parte, dada la
diversidad de situaciones - divorcio, matrimonio civil, convivencia - el
cardenal Erdö destaca la necesidad de "directrices claras" para que
los pastores de las comunidades locales puedan ayudar concretamente a las
parejas en problemas, evitando las improvisaciones de una “pastoral casera”. En
cuanto a la situación divorciados vueltos a casar civilmente, el purpurado
observa que crearía confusión ''concentrarse sólo en la cuestión de la
recepción de los sacramentos'': es necesario, en cambio mirar a un contexto más
amplio, de preparación al matrimonio y de ayuda- no burocrática, sino pastoral-
a los cónyuges para ayudarles a entender las razones del fracaso del primer
matrimonio, y identificar elementos útiles para la invalidez. De este modo
afirma que "hay que tener en cuenta la diferencia entre quien
culpablemente ha roto un matrimonio y quien ha sido abandonado. La pastoral de
la Iglesia debería hacerse cargo de estas personas de modo particular''.
No sólo eso, teniendo en cuenta
la escasa conciencia que existe hoy del sacramento del matrimonio y la difusión
de la mentalidad partidaria del divorcio, ''no parece imprudente'', considerar
que no pocos matrimonios celebrados en la Iglesia pueden resultar no válidos.
De ahí, la sugerencia del texto del cardenal, de reconsiderar, en primer lugar,
la obligatoriedad de la doble sentencia conforme a la declaración de nulidad
del vínculo matrimonial siempre y cuando se eviten ''el mecanicismo y la
impresión de la concesión de un divorcio'' o "soluciones injustas y
escandalosas". En este ámbito, dice el purpurado, "es necesario
examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que
prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter
penitencial".
En la última parte del documento
del cardenal Erdö se centra en el Evangelio de la vida: la existencia va desde
la concepción hasta la muerte natural. Por eso añade que la apertura a la vida
es "una parte esencial, una exigencia intrínseca" del amor conyugal,
mientras que hoy en día, sobre todo en Occidente , las parejas que eligen
deliberadamente no tener hijos, o las que hacen de todo por tenerlos se ven
aplastadas por la propia capacidad de autodeterminación.
"La acogida de la vida, el
asumirse responsabilidades en orden a la generación de la vida y al cuidado que
ésta requiere, sólo es posible si la familia no se concibe como un fragmento
aislado, sino que se percibe insertada en una trama de relaciones",
explica el purpurado. Por eso, "es cada vez más importante no dejar a la familia
o a las familias solas, sino acompañar y sostener su camino. De este modo
advierte que detrás de las tragedias familiares con mucha frecuencia hay una
desesperada soledad, un grito de sufrimiento que nadie ha sabido escuchar.
Asimismo destaca la importancia
"recuperar el sentido de una solidaridad difusa y concreta'' superar la
"privatización de los afectos" que vacía de sentido a la familia y la
confía a la decisión del individuo; es necesario crear en el plano
institucional, las condiciones que facilitan la acogida de un niño y la
asistencia a un anciano, como ''un bien social que hay tutelar y favorecer''.
Por su parte, la Iglesia debe cuidar de modo particular la educación de la
afectividad y de la sexualidad, explicando su valor y evitando la "banalización
y la superficialidad''.
Para concluir el cardenal Erdö,
habla del desafío del Sínodo que es lograr proponer ''más allá del
círculo de los católicos practicantes y, considerando la situación compleja de
la sociedad'', el ''atractivo'' del mensaje cristiano respecto al matrimonio y
la familia, dando respuestas verdaderas e impregnadas de caridad'', porque ''el
mundo necesita a Cristo''.
El cardenal Peter Erdö, relator
general del Sínodo de los Obispos, fue el encargado de dar la relación previa a
la discusión de los trabajos que iniciaron este lunes y finalizaran el domingo
19 de octubre. Durante estas dos semanas, se reúnen en el Vaticano cardenales,
obispos, sacerdotes y laicos para afrontar el tema elegido por Francisco para
este Sínodo "los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la
evangelización".
La Relatio ante disceptationem
del cardenal Erdö, destacó los puntos principales sobre los que se desarrollará
la discusión en el aula, teniendo en cuenta que esta intervención tiene en
cuenta los textos escritas de los Padres Sinodales, enviadas a la Secretaría
general del Sínodo antes del inicio de los trabajos.
En primer lugar, la relación del
cardenal Erdö invita a mirar a la familia con esperanza y misericordia,
anunciando su valor y su belleza, ya que, a pesar de las muchas dificultades,
no es un "modelo fuera de curso". El cardenal afirma que vivimos en
un mundo solamente de emociones, al, en el que la vida "no es un proyecto,
sino una serie de momentos" y "el compromiso estable parece temible"
para el ser humano, al que el individualismo ha hecho muy frágil. Pero es
precisamente aquí, frente a estos "signos de los tiempos" que el
evangelio de la familia se presenta como un "remedio", una
"verdad medicinal", que hay que proponer ''poniéndose en el lugar de
aquellos a quienes más les cuesta reconocerla como tal y vivirla''.
Por eso dice no al
"catastrofismo o a la abdicación" dentro de la Iglesia. ''Existe un
patrimonio de fe claro y ampliamente compartido'', observa. Por ejemplo, las
ideologías tales como la teoría del género o la equiparación de las uniones
homosexuales con el matrimonio entre hombre y mujer no gozan de consenso entre
la gran mayoría de los católicos, mientras que el matrimonio y la familia
siguen considerándose ampliamente vistos como un ''patrimonio'' de la
humanidad, que se debe proteger, promover y defender. Ciertamente, entre los
creyentes, la doctrina es a menudo poco conocido o practicada, pero "esto
no significa que se ponga en tela de juicio". Esto vale, en particular,
por lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y su sacramentalidad
entre los bautizados. No se cuestiona la doctrina de la indisolubilidad del
matrimonio en cuanto tal, es más, queda incontestada y en gran parte es
observada en la praxis pastoral de la Iglesia con las personas que han
fracasado en su matrimonio y que buscan un nuevo inicio. Por tanto, precisa el
cardenal, en este Sínodo no se discute sobre las cuestiones doctrinales, sino
sobre las cuestiones prácticas --inseparables, por otro lado, de las verdades
de la fe--, de naturaleza exquisitamente pastoral.
De ahí --prosigue la relación del
purpurado-- la necesidad de una mayor formación, especialmente para los novios,
para que sean plenamente conscientes tanto de la dignidad sacramental del
matrimonio, basado en la "unicidad, fidelidad y fecundidad", tanto de
su ser "una institución de la sociedad." Aunque amenazado por
"factores disgregadores", tales como el divorcio, el aborto, la
violencia, la pobreza, el abuso, "la pesadilla" de la precariedad, el
desequilibrio causado por las migraciones, la familia es siempre una
"escuela de humanidad", explica el cardenal Erdö. ''La familia es
casi la última realidad humana acogedora en un mundo determinado casi
exclusivamente por las finanzas y la tecnología. Una nueva cultura de la
familia puede ser el punto de partida para una renovada civilización humana'',
observa.
El cardenal indica que por eso la
Iglesia sostiene a la familia concretamente, incluso si dicha ayuda ''no puede
prescindir de un compromiso eficaz de los Estados'' en la tutela y promoción
del bien común, mediante políticas adecuadas.
Mirando, más tarde, a los que
viven en situaciones maritales difíciles, el cardenal Erdö hace hincapié en que
la Iglesia es una "casa paterna" para ellos y con ellos es necesaria
''una acción de pastoral familiar renovada y adecuada'' sobre todo para que se
sientan amados por Dios y por la comunidad eclesial, en una perspectiva
misericordiosa que no cancele sin embargo, "la verdad y la justicia".
Por tanto, el relator subraya que la misericordia tampoco anula los compromisos
que nacen de las exigencias del vínculo matrimonial. Éstos siguen subsistiendo
incluso cuando el amor humano se ha debilitado o ha cesado. Esto significa que,
en el caso de un matrimonio sacramental (consumado), después de un divorcio,
mientras el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo matrimonio
reconocido por la Iglesia'.
Por otra parte, dada la
diversidad de situaciones - divorcio, matrimonio civil, convivencia - el
cardenal Erdö destaca la necesidad de "directrices claras" para que
los pastores de las comunidades locales puedan ayudar concretamente a las
parejas en problemas, evitando las improvisaciones de una “pastoral casera”. En
cuanto a la situación divorciados vueltos a casar civilmente, el purpurado
observa que crearía confusión ''concentrarse sólo en la cuestión de la
recepción de los sacramentos'': es necesario, en cambio mirar a un contexto más
amplio, de preparación al matrimonio y de ayuda- no burocrática, sino pastoral-
a los cónyuges para ayudarles a entender las razones del fracaso del primer
matrimonio, y identificar elementos útiles para la invalidez. De este modo
afirma que "hay que tener en cuenta la diferencia entre quien
culpablemente ha roto un matrimonio y quien ha sido abandonado. La pastoral de
la Iglesia debería hacerse cargo de estas personas de modo particular''.
No sólo eso, teniendo en cuenta
la escasa conciencia que existe hoy del sacramento del matrimonio y la difusión
de la mentalidad partidaria del divorcio, ''no parece imprudente'', considerar
que no pocos matrimonios celebrados en la Iglesia pueden resultar no válidos.
De ahí, la sugerencia del texto del cardenal, de reconsiderar, en primer lugar,
la obligatoriedad de la doble sentencia conforme a la declaración de nulidad
del vínculo matrimonial siempre y cuando se eviten ''el mecanicismo y la
impresión de la concesión de un divorcio'' o "soluciones injustas y
escandalosas". En este ámbito, dice el purpurado, "es necesario
examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que
prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter
penitencial".
En la última parte del documento
del cardenal Erdö se centra en el Evangelio de la vida: la existencia va desde
la concepción hasta la muerte natural. Por eso añade que la apertura a la vida
es "una parte esencial, una exigencia intrínseca" del amor conyugal,
mientras que hoy en día, sobre todo en Occidente, las parejas que eligen
deliberadamente no tener hijos, o las que hacen de todo por tenerlos se ven
aplastadas por la propia capacidad de autodeterminación. "La acogida de la
vida, el asumirse responsabilidades en orden a la generación de la vida y al
cuidado que ésta requiere, sólo es posible si la familia no se concibe como un
fragmento aislado, sino que se percibe insertada en una trama de
relaciones", explica el purpurado. Por eso, "es cada vez más
importante no dejar a la familia o a las familias solas, sino acompañar y
sostener su camino. De este modo advierte que detrás de las tragedias
familiares con mucha frecuencia hay una desesperada soledad, un grito de sufrimiento
que nadie ha sabido escuchar.
Asimismo destaca la importancia
"recuperar el sentido de una solidaridad difusa y concreta'' superar la
"privatización de los afectos" que vacía de sentido a la familia y la
confía a la decisión del individuo; es necesario crear en el plano
institucional, las condiciones que facilitan la acogida de un niño y la
asistencia a un anciano, como ''un bien social que hay tutelar y favorecer''.
Por su parte, la Iglesia debe cuidar de modo particular la educación de la
afectividad y de la sexualidad, explicando su valor y evitando la
"banalización y la superficialidad''.
Para concluir el cardenal Erdö,
habla del desafío del Sínodo que es lograr proponer ''más allá del
círculo de los católicos practicantes y, considerando la situación compleja de
la sociedad'', el ''atractivo'' del mensaje cristiano respecto al matrimonio y
la familia, dando respuestas verdaderas e impregnadas de caridad'', porque ''el
mundo necesita a Cristo''.
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