domingo, 6 de septiembre de 2015

HABLAR BIEN DE UN AMIGO.

Comenzamos un nuevo curso en el que seguro se nos presentarán muchas oportunidades de dar la vida por los demás, de vivir por el otro, en definitiva: de dar la vida. Tendremos un montón de nuevas oportunidades para hablar a todos que quién es nuestro tesoro y nuestra fuerza, de ser testigos de Jesús en todos los ambientes, sobre todo en la familia, hay una palabra de Jesús que nos anima de manera especial: «Todo aquel que se declare a favor mío delante de los demás, yo también me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en los cielos. Y, al contrario, si alguien me niega delante de los demás, yo también lo negaré a él delante de mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32-33). Por eso lo de “Hablar bien de un amigo”.

La primera consecuencia al intentar vivir esta palabra de vida es precisamente vencer los cansancios, los respetos humanos y hablar de Él, de lo que es para nosotros, de lo que hace en nuestra vida. Con otras palabras: empezar el curso con ganas de trabajar para Dios, de hablar de El.
 
Que todo está complicado, es evidente. Pero quizás lo que más nos cuesta es vencer el respeto humano, salir de nuestra mediocridad y como familia, dar testimonio de Cristo, Él quiere llegar a todos los hombres con su mensaje de paz, de justicia, de amor, tanto a nivel personal como a través de nuestra familia: El es la razón de nuestra fe, el alegra nuestra vida de familia.
 
Demos este testimonio antes que nada con nuestro comportamiento, con la honestidad de nuestra vida, con la pureza de costumbres, con el desapego del dinero, participando en las alegrías y en los sufrimientos de los demás.
Démoslo de manera especial con nuestro amor recíproco, con nuestra unidad, de forma que la paz y la alegría pura, prometidas por Jesús a quien está unido a Él, inunden nuestra alma ya desde aquí y se desborden sobre los demás.
 
Por experiencia propia podemos contaros lo feliz que nos hace actuar así como familia junto a otras familias.
Antes os decíamos como El nos alegra, como está presente en nuestra familia. Nosotros también queremos ser motivo de alegría para El.

Seamos motivos de alegría para Dios.

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